domingo, febrero 28, 2016

EL AMOR DE ORFEO

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¿Qué celestial música en son lejano
lanzan al cielo con melodía virginal,
las ninfas que en su canoro cántico
glorifican la gesta que el gran héroe
pudo en Tracia, su mito, cultivar?.

Como hijo de Apolo adora la belleza
y de su esposa el candor y honestidad,
y como Rey soberano de la lira, sólo aspira,
a que el dulce nombre de su amada
se venere en el Olimpo con serena castidad.

Los árboles se mecen al arrullo de su voz,
y cual serena perla o desmayada flor
el tañer de su lira rinde por pasión
los instintos fieros de los animales
que, dando su vida, se mueren de amor.

El nombre de Orfeo los Argonautas adoran,
pues vencidas las sirenas y el dragón
la luz brillante de su hermosa lira
cerraba las fauces de las desbocadas olas
a los sones ardientes de una canción.

¡Oh, desgracia del Parnaso, tristeza del Olimpo!.
La traición de Aristeo y la sierpe mortal
arrastran a Eurídice, la de las blondas guedejas,
la de inmortal belleza, la esposa amante,
hacia el insondable abismo infernal.

El malhadado Orfeo de tristeza se muere
y su alma se deshace en llamas de amor,
y mientras desciende allende los infiernos
sus himnos de muerte vagan con dolor
mostrando la herida de su corazón.

Se estremece, llora y de rodillas implora.
En sus manos la lira vibra dando libertad al viento
y sus estrofas de amor, cúpula sonora, alto deseo,
cautivan el alma rocosa de sus carceleros
que llevarse a Eurídice, le permitieron.

No volver la cabeza a su regreso,
le fue impuesta ésta sola condición:
Fácil requisito, sutil pequeñez, amable ilusión;
aletea en el aire el sagrado laurel de la esperanza,
perla de amor, música de ensueño.

Caminan hacia la libertad con ánimo vivo,
salvando los escollos con indomable candor;
las Puertas de Hades a la vista están;
redoblan el paso, el nerviosismo les invade
y se olvidan de todo, excepto de su amor.

Por las abiertas Puertas entra la luz
y en ese instante se vuelve con amor,
y con los brazos abiertos, lleno de pasión,
al abrazar a su esposa, ¡oh, vana ilusión!,
las sombras se la llevan ... , se desvaneció.

Con un terrible grito de espanto,
tornado loco, ciego de furia y dolor,
apretando la lira entre sus puños,
lanzose en frenética carrera
conociendo, entonces, lo que es el horror.

Maldito olvido, ¡pobre loco de amor!.
Su alma pura de nuevo se perdió,
¿dónde está su cariño, su ilusión?.
Angustiado, lleno de odio y rencor,
sin pensárselo dos veces, la vida se quitó.
¡